Traductores

Solange Naranjo Ibáñez (001)

Es Licenciada en Filosofía, Licenciada en Educación, Profesora de Filosofía y Psicología por la Universidad de Valparaíso, Chile.  Ha realizado estudios de Psicología en la Universitá La Sapienza, en Roma, Italia. Actualmente trabaja como docente del Instituto Nacional José Miguel Carrera y en la enseñanza y traducción al italiano. 

Correo: gaiage@hotmail.com

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Ibrahim  Coulibaly (011)

Nació el 5 de mayo de 2001 en Dianra, Costa de Marfil. Con 23 años de edad, es licenciado en español como lengua extranjera. Ha publicado el libro El destino de Sinan. 

Correo: esabio151@gmail.com

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Leticia Elizabeth Vera Peralta (003)

Master en Doctrina Social de la Iglesia, por la Pontificia Universidad Lateranense de Roma; Abogada por la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Asunción; docente universitaria de Ética Social de la Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción – Unidad Pedagógica de Caacupé; Asesora jurídica de la Diócesis de Caacupé; miembro colaborador del Instituto de Pastoral de Juventud dependiente de la Conferencia Episcopal Paraguaya.

Correo: letiverapj@gmail.com

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Articulos de nuestros investigadores.

El sentido de la vida según Viktor Frankl

Publicado 16 enero 2024 por Teresa del Pilar.

El tema de este artículo es el sentido de la vida según Viktor Frankl. Presentaremos el tema en cuatro pasos sucesivos: En primer lugar, las líneas generales sobre quien fue Viktor Frankl. Luego haremos una síntesis sobre las raíces científicas y filosóficas de la logoterapia de Frankl. En tercer lugar, veremos como entiende Frankl a la persona humana y los fundamentos de la logoterapia. Y, finalmente, en un cuarto momento expondremos propiamente tal el sentido de la vida según Frankl.

 

Publicado: 23 de mayo, 2023

Transcripción de la conferencia dada por la Dra. Teresa Ríos en mayo del 2023. Se ha adaptado el texto a la forma escrita y se han añadido algunas correcciones formales.
Enlace a video de la conferencia

Nuestro tema es el sentido de la vida según Viktor Frankl. Voy a ir presentando en este artículo su obra y voy a hablarles un poco del itinerario de esta conferencia, que tiene cuatro pasos.

  1. Primero vamos a ver unas líneas generales sobre quien es Viktor Frankl.
  2. Luego daremos unas pinceladas sobre algunas raíces científicas y filosóficas de la logoterapia, el análisis existencial.
  3. La persona humana y los fundamentos filosóficos del análisis existencial y la logoterapia.
  4. Y, finalmente, en un cuarto momento vamos a hablar propiamente del sentido de la vida y que esto necesariamente se realiza en la trascendencia.

Así que este es el itinerario que vamos a recorrer y comenzamos con la biografía de Viktor Frankl.

Biografía de Viktor Frankl

Frankl nació en Viena en el año 1905 y murió en 1997. Su padre fue un judío practicante. Frankl era muy estimado por su tarea política, social y cultural a favor de la juventud. Desde muy niño manifestó el deseo de ser médico y precozmente se interesó por la investigación, el sentido de la vida y su plenitud y el sentido de la muerte. A los trece años hace frente a una enseñanza de tipo reductivo: Mientras el profesor de ciencias naturales estaba explicando que la vida en última instancia no era otra cosa que un proceso de combustión y de oxidación Viktor pregunta y si eso es así ¿cuál es el sentido de la vida? A las mismas consideraciones lo lleva un acontecimiento colegial: un compañero se suicida con un libro de Nietzsche entre las manos. A los quince años desarrolló dos de sus pensamientos fundamentales: Que nosotros no debemos preguntar por el sentido de la vida porque somos nosotros los interrogados. El otro pensamiento dice que el sentido último trasciende nuestra capacidad de comprensión.

Varios de sus artículos fueron publicados en la revista de psicoanálisis de Freud y más tarde, cuando se distanció él mismo del psicoanálisis, en la revista de la psicología individual de Adler, de quien, más tarde, también se distanció para crear la tercera escuela de psicoterapia, es decir, el análisis existencial y la logoterapia.

Frankl vivió la horrorosa experiencia de cuatro campos de concentración. Experiencia que duró dos años y medio: desde noviembre de 1942 hasta 1945. Frankl acababa de cumplir cuarenta años. Su esposa, que esperaba un hijo, un hermano y sus padres no pudieron sobrevivir y solo pudo escapar un hermano.

Sus escritos muestran toda la riqueza cultural y ética con la que afrontó la dura experiencia. Este fue el acontecimiento que marcó plenamente las convicciones filosóficas y psicológicas que había ido conquistando. Verificó allí la validez de su tesis principal: que el ser humano para vivir tiene, sobre todo, necesidad de sentido.

Escribió treinta y dos libros. Publicados en casi todos los idiomas, incluyendo el japonés, chino, ruso. Su libro El hombre en busca de sentido es considerado como uno de los diez de mayor influencia en América y, si se quiere, en el mundo. Se han publicado, de otros autores, acerca de Frankl y la logoterapia y el análisis existencial, centenares de libros, de disertaciones, trabajos, etcétera.

Le fueron otorgados veintisiete doctorados honoríficos de universidades de todo el mundo y Austria lo nombró con la mayor distinción que la República entrega para méritos científicos. Limitándose ésta distinción a dieciocho austriacos y similar cantidad de extranjeros. La Academia austríaca lo ha nombrado miembro de honor. Durante veinticinco años fue director de la policlínica neurológica de Viena y fue presidente de la sociedad médica de psicoterapia de Austria durante varios años. Y en el año 1995 ha dado su última clase magistral en la universidad de Viena. Murió en el año 1997 en Viena. Un héroe.

Raíces científicas y filosóficas de la logoterapia

Ahora vamos a pasar al segundo momento de la ponencia: las raíces científicas y filosóficas de la logoterapia y el análisis existencial. En Frankl es clara su doble faceta de científico y filósofo. Las cuales él supo integrar en una sabiduría y en una síntesis armónica. Las raíces de orientación científica que más influyeron en él se dieron a través de las teorías psiquiátricas y psicológicas de Freud, Adler, Jung, Ayer, Binswanger, Caruso. Sobre todo estos últimos. Bueno, también los primeros, por supuesto. Las raíces de orientación filosóficas están conformadas por la filosofía fenomenológica y existencial de mediados del siglo XX. Hartman y Scheler servirán como puntos de referencia para el discurso frankliano en torno al problema de la búsqueda de un sentido y de los valores vitales, así como la formulación de la antropología ontológica. Hemos de leer entre líneas los aportes del pensamiento de Heidegger, Jaspers y Buber. La base teórica del análisis existencial y la logoterapia es la fenomenología existencial como él lo llama. En unos casos tomará algunos elementos positivos y en otros hará una crítica de los planteamientos. No se le puede alinear con ninguno de estos autores. Ha procurado mantener su orientación particular al ofrecer una visión rehumanizada de la psicología y la psicoterapia; y plantear una visión de persona humana acorde al sentido trascendente de la vida.

En cuanto al significado del análisis existencial y la logoterapia, Frankl con estos conceptos de análisis existencial y logoterapia marcó el punto de partida para su nuevo movimiento psicoterapéutico que se llamó Tercera escuela vienesa de psicoterapia. Las dos escuelas precedentes son las psicoanalítica de Freud y la psicología individual de Adler. La logoterapia y el análisis existencial son dos aspectos de un mismo tema. Se pueden denominar indistintamente. logoterapia es el método psicoterapéutico del sistema y el análisis existencial es la perspectiva antropológica con que se encara la psicoterapia. La logoterapia es la terapia del lado espiritual, la premisa del sistema, pero al mismo tiempo una técnica específica en la relación médico paciente. Es el punto de partida y el horizonte espiritual de todo el sistema. El análisis existencial es la óptica metaclínica que se orienta hacia lo espiritual para evidenciar y explicitar lo específico del ser humano. El núcleo fundamental de la visión antropológica del análisis existencial descansa sobre los fundamentos de la tradición judeo--cristiana occidental. Muchísimos aspectos que filosóficamente no se comprenden se entienden en esta fundamentación, en esta tradición judeo--cristiana occidental. La logoterapia pretende introducir el logos en la psicoterapia, mientras que el análisis existencial introduce la existencia en la reflexión psicoterapéutica sobre el logos. Esto equivale a la reflexión sobre el sentido y los valores. La reflexión psicoterapéutica acerca de la existencia supone la reflexión sobre la libertad y la responsabilidad.

Logos es una palabra griega y el sentido preciso que le da Frankl es doble: Sentido y Espíritu. Sentido y Espíritu se refieren a la importancia de descubrir, de satisfacer, la necesidad profundamente humana de vivir una vida con sentido. No se alude a lo espiritual en el sentido teológico--religioso sino en el contexto de Frankl: a la dimensión antropológica que caracteriza la existencia humana. La logoterapia se basa en una filosofía de la persona y de la vida que se resume en tres conceptos principales: espiritualidad, responsabilidad y significatividad.

La logoterapia es una comprensión prevalentemente espiritual de la existencia humana. Centraliza la problemática del sentido, la mayor responsabilidad del ser humano. El sentido de la vida está inseparablemente unido al sentido de responsabilidad. El aporte fundamental de la logoterapia consiste en que los momentos difíciles de la vida: Los padecimientos mentales, el sufrimiento y el desarrollo humano, no pueden verse solamente en la perspectiva somática o psicológica porque el ser humano se constituye en su auténtica y genuina humanidad cuando se hace presente la dimensión existencial espiritual arraigada en la libertad y la responsabilidad ante la propia vida.

El objetivo de la logoterapia consiste en conducir a la persona a la autodeterminación. A descubrir el sentido de la vida y a realizar los valores que lo lleven a causas a las que pueda servir o a personas a quienes amar. El análisis existencial es un análisis sobre la existencia humana y no un análisis de la existencia humana. Ésta no puede ser analizada sino que debe ser explicitada, es decir, que la logoterapia vuelve consciente a los factores espirituales inconscientes removidos o reprimidos. El objetivo del análisis existencial es que el ser humano se haga consciente de que la esencia de su existencia es la conciencia de su libertad y la responsabilidad de su libertad, de su ser único, irrepetible y llamado a buscar el sentido de la vida y a realizar los valores. Finito, es decir, confrontado con la facticidad radical y con la apertura a la trascendencia.

Pasamos al otro punto sobre lo que Frankl plantea acerca de la persona humana y los fundamentos filosóficos del análisis existencial.

Persona humana y fundamentos filosóficos de la logoterapia

En la perspectiva de nuestro autor, ninguna teoría psicológica acerca de la persona humana puede optar por la neutralidad o la indiferencia con relación a la filosofía. También ellas son, en último análisis, actitudes filosóficas. Es aquí donde Frankl realiza su mayor contribución, pues basa su teoría y práctica psicoterapéutica en una imagen filosófica del ser humano.

Frankl concibe a la persona humana como una unidad, como un todo bio--psíquico--espiritual. Un ser caracterizado por su singularidad, su irrepetibilidad, su relacionalidad y su finitud. La esencia de su existencia se encuentra en su auto--trascendencia. Ser persona humana quiere decir estar siempre volcado hacia algo o hacia alguien.

Y los tres pilares fundamentales de la visión antropológica franklianas son los siguientes:

  1. La libertad de la voluntad.
  2. La voluntad de sentido.
  3. El sentido de la vida.

Los tres pilares de la visión antropológicaPrimer pilar: La libertad de la voluntad

Comencemos por la libertad de la voluntad. Bueno tenemos que decir antes que estos pilares pueden ser sostenidos gracias a la visión de unidad y totalidad bio--psíquico--espiritual, como dijimos antes. Frankl habla de un modo dimensional de concebir al ser humano qué consiste en un proyecto de antropología ontológico dimensional. Remontándose a los datos ontológicos de Hartman y la visión antropológica de Max Scheler. Propondrá una imagen de la persona más completa y, por lo mismo, más válida. Capaz de salvar las diferencias ontológicas que se revelan inevitablemente en el análisis fenomenológico del ser humano. Decir que el ser humano es único, irrepetible y singular significa que la multiplicidad de sus expresiones no invalida su unidad ontológica. Unidad ontológica y multiplicidad de expresiones. En otras palabras el ser humano se manifiesta a través de estos aspectos: biológicos, psicológicos, sociales. Pero no es un ser biológico, ni un ser psicológico, ni un ser social, es un ser. A esta totalidad Frankl lo llama ontología dimensional, al ser que conforma esta tridimensionalidad. Y ¿cuál es el valor fundamental de la antropología dimensional? Haber conciliado la unidad con la multiplicidad y salvaguardar la total estructura antropológica cuando, debido a razones de investigación, se debe resaltar una dimensión en vez de otra, solo la dimensión espiritual constituye la humanidad de la persona humana en la perspectiva ontológica de Frankl y solo a la luz de esta perspectiva se logra conciliar la unidad antropológica con la multiplicidad ontológica. Que, a su vez, hace posible sostener los tres pilares de la antropología frankliana.

Apenas se proyecta la realidad del hombre en las dimensiones inferiores, biológica y psicológica, el ser humano cesa en primer lugar como persona para aparecer como una estructura cerrada de reflejos y reacciones psicofisiológicas. Aparece solo la realidad animal o reduccionística, dice Frankl. Partiendo de las dimensión espiritual podemos hablar de los tres pilares. Ahora sí, una vez que hemos mencionado su visión antropológica, podemos hablar de los tres pilares de la dimensión espiritual. ¿Por qué? Porque esos tres pilares están anclados justamente en su visión de persona humana. Sin esa visión de persona humana sería imposible hablar de estos tres pilares de la dimensión espiritual.

Fundamentado ese aspecto podemos visualizar lo dicho. Comenzamos con que la libertad de la voluntad es la capacidad de oponerse a los condicionamientos de orden biológico, psicológico y social para responder a un proyecto personal de humanización y realizar un mundo espiritual objetivo del sentido y de los valores. Primero ante uno mismo, ante los demás, y, dice Frankl, ante Dios. Ante sí mismo, los demás y Dios. El lugar donde el ser humano responde es la conciencia. Esta guía a la libertad para que pueda responder de sí a los demás. La conciencia se presenta como básicamente inconsciente y no racional. La misma se orienta hacia algo o alguien que está más allá de ella misma. La conciencia es trascendente.

La logoterapia entiende el concepto de libertad de la voluntad en términos de libertad de, libertad para y libertad ante qué o ante quienes. Así como la libertad y la responsabilidad constituyen la espiritualidad humana, esta deriva del inconsciente espiritual, lugar de la espiritualidad, la moralidad y la religiosidad inconsciente. Este inconsciente espiritual es el fundamento mismo de la persona humana, entonces, en el inconsciente espiritual está el fundamento mismo del ser persona humana.

Segundo pilar: La voluntad de sentido

Pasamos ahora al segundo componente: la voluntad en busca de sentido. Es la atención radical de la persona para encontrar y realizar un fin, un objetivo, un bien deseado. Es la primera fuerza motivante, la búsqueda de los significativo y lo valioso. Sentido y valor de lo que tiene sentido para nuestra vida y no la búsqueda del placer o la búsqueda del poder. Cuando el ser humano cae en el sentimiento del absurdo y del sin sentido se da el vacío existencial o las frustración existencial que puede desembocar en una neurosis noógena. Qué proviene de conflictos de conciencia de no hallar el sentido de la vida, de problemas existenciales o espirituales no resueltos, dice Frankl. Las causas de la frustración, cuando de los medios se trata, cuando los medios se hacen fines cerrados en sí mismos, el conformismo, el totalitarismo, el escapismo, las evasiones, entre otras. La voluntad de sentido es llamada también por Frankl auto--trascendencia. Significa que el ser humano está en el mundo, que es el ser responsable y el ser que se decide. Es decir, que está abierto radicalmente al mundo.

Tercer pilar: El sentido de la vida

Ahora sí vamos a nuestro tema propiamente. La vida, dice Frankl, siempre tiene un sentido, tiene un valor incondicional porque la posibilidad de realizar valores reside en la actitud adoptada ante el sufrimiento fatalmente necesario y esta posibilidad existe siempre. Sentido tiene aquí, no solo significado direccional, destino humano, sino de contenido. Algo por lo que siempre y en toda situación vale la pena vivir y morir. Vida no significa algo vago sino algo muy real y concreto que configura el destino del ser humano. Distinto y único en cada caso. Ninguna situación se repite y cada una exige una respuesta única, correcta. Se trata de responder con la vida a lo que cada día nos propone como preguntas. La vida nos pregunta acerca de las cosas y Frankl habla de unas pistas para descubrir el sentido de la vida. Da tres pistas: son valores. Valores de creación, valores de actitud y valores de experiencia. En los valores de creación él menciona el trabajo, principalmente; a los valores de experiencia: al amor y a los valores de actitud: al sufrimiento. Y aquí él menciona a la tríada trágica: el sufrimiento, la culpa y la muerte. El sufrimiento se supera, dice Frankl, con el servicio; la culpa con el cambio y la muerte debe ser un acicate para la acción libre y responsable.

Sentido de la vida y trascendencia

Ahora pasamos al último punto, que es: El sentido de la vida se realiza necesariamente en la trascendencia para Viktor Frankl. Aquí él habla de dos niveles de trascendencia. Por un lado está el nivel de trascendencia horizontal. Es la apertura del mundo denso de seres que encontrar y de significados que realizar. Es inmanente al mundo de la persona. Mientras que la trascendencia vertical se verifica en la relación de la persona humana con el sentido último. La existencia humana no es auténtica si no se vive en términos de auto--trascendencia. Tanto la trascendencia horizontal como la vertical no son más que la manifestación de la voluntad de sentido en el ser humano y que se expresa por medio de la auto--trascendencia. Que indica, por un lado, la apertura al mundo y, por el otro, al significado último.

Y la conciencia es un fenómeno que radica en la dimensión espiritual. Brota dentro de la trascendencia y nos remite a ella. Es por eso que expresa la apertura del ser humano a la trascendencia. Es la voz misma de la trascendencia y, por tanto, es ella misma trascendente. Es la voz de normas éticas interiores que son a priori de la psiquis humana. Es el órgano de sentido. Tiene la misión de escuchar, entender y discernir la voz de la trascendencia, en cada situación concreta de la vida. Es la capacidad intuitiva de descubrir el significado de una situación concreta y es también creativa. Es intuitiva y creativa. En el origen de la conciencia hay una intuición no reflexionable sino espiritual de los valores que deben ser realizados. Porque el ser humano no se entiende en clave de ser impulsado sino desde la perspectiva del ser que decide. La conciencia es para Frankl el modelo del inconsciente porque tiene un origen y reflejo que es como una intuición pre--moral de los valores. No en el sentido kantiano. La logoterapia localiza el fenómeno de la trascendencia en la dimensión inconsciente espiritual y específicamente en la religiosidad inconsciente. Así le llama Frankl: religiosidad inconsciente. El inconsciente espiritual manifestándose como trascendente se revela también como lo religioso. Y lo religioso aparece no solo como fenómeno en el ser humano sino de la persona misma. Frankl propone la religiosidad inconsciente como la explicación última de la auto--trascendencia del ser mismo.

La persona por su dimensión espiritual se realiza en la vivencia de los valores y encuentra sentido en la trascendencia realizando una tarea o amando a alguien. La elección intencional de valores implica libertad y responsabilidad. La responsabilidad desemboca necesariamente en el planteamiento de si hay alguien más allá de la conciencia. Por ello, con toda seguridad, ella, la conciencia se revela la trascendencia. Aunque muchos se queden en la inmanencia de su conciencia. El significado que pueda descubrir y realizar el ser humano en su vida adquiere sentido último solamente desde la trascendencia para una existencia auténtica. Entonces, una existencia auténtica solamente adquiere el significado a partir de la trascendencia última.

Según Frankl, el sentido se realiza necesariamente en la trascendencia en un ser suprapersonal: Dios para los creyentes. Ésta es una exigencia de su antropología, de su esencia, de su manera de ser persona humana. La realización del sentido pasa necesariamente por la encarnación de valores que se disciernen en el momento de vivirlos, a través de la conciencia, desde una libertad entendida como libertad de ser responsable y para realizar el sentido, ante alguien que puede ser uno mismo los demás o Dios. La persona tiene la posibilidad de ser plenamente tal y realizar el sentido, en la medida en que responda a la objetividad de los sentidos universales o los valores, desde una subjetividad individual de la conciencia trascendente, que a su vez, se haya arraigada en el inconsciente espiritual.

Frankl afirma que el sentido trascendente es una realidad inclaudicable en la dimensión espiritual humana, por cuanto que la conciencia tiene su origen y su raíz más profunda en el inconsciente espiritual, concretamente en la dimensión religiosa como dice Frankl.

De este modo entonces estaremos terminando la presentación.

Muchas gracias.

Teresa del Pilar Ríos
Doctora en Filosofía

 

 

Inteligencia Artificial: una introducción desde un enfoque filosófico

Publicado 30 enero 2024 por Christhian Lizarazu  

Desde hace ya muchas centurias el ser humano se ha imaginado cómo poder automatizar las facultades de la mente humana. Esto se denomina hoy: Inteligencia Artificial. Ante tales aspiraciones es importante plantearnos ciertas interrogantes y aclarar algunos conceptos para evitar malentendidos, especialmente en el campo de la tecnología.

Mg. Christhian Lizarazu Gutierrez

Conferencia dada el 20 de enero de 2024

 

Síntesis, hecha por el mismo autor, de la conferencia dada por el Mg. Christhian Lizarazu en enero del 2024. Para ver la conferencia completa ofrecemos el enlace a nuestro canal de youtube.
Enlace a video de la conferencia

Introducción

El tener inquietudes sobre la creación de un otro que pueda tener en el fondo, quizás, una conciencia y una capacidad de intelección para con la realidad ha sido casi como una especie de proyecto prometeico para el ser humano. Desde historias sobre los egipcios y la proyección de autómatas hasta el pensamiento de personalidades como Pascal, Leibniz o Hobbes ya se imaginaba el cómo poder automatizar ciertas partes o facultades de la mente humana o algoritmizar de algún modo el pensamiento humano. Hacer algoritmos que nos ayuden a que dado determinado esquema o espacio lógico de razones podamos luego reducirlo a operaciones más elementales: ya sean aritméticas, lógicas o probabilísticas. Ante tales aspiraciones, como sociedad y como seres humanos, es importante plantearnos ciertas interrogantes y ahondar en algunos conceptos que puedan ser muchas veces malentendidos, especialmente en el campo de la tecnología.

Desarrollo

Los orígenes de un concepto y de un proyecto

La conferencia de Dartmouth (1956) se visualiza como un hito en el cual despega con un horizonte realmente programático la investigación en Inteligencia Artificial (IA), uno de los participantes, John McCarthy, destaca que la IA tiene conexiones científicas muy estrechas con la filosofía —inclusive más que otras ciencias— porque la IA comparte muchos conceptos con la filosofía, tales como: la acción, la conciencia, la epistemología y el libre albedrío. McCarthy conceptualiza la IA como el estudio que se propone proceder sobre la base de que todos los aspectos del aprendizaje o los rasgos de la inteligencia humana pueden, en principio, ser descritos de una forma tan precisa que se puede crear una máquina que los simule. Aquí es importante destacar el tema de la simulación: Turing (1950) ya hacia énfasis en el enfoque de la simulación, dónde de lo que se trata es de construir una máquina que simule la inteligencia. La meta es que la máquina nos haga creer a nosotros los humanos que tiene una inteligencia tal como la nuestra o parecida a la nuestra. Dicho proyecto ya lleva más de 70 años en curso, lo cual muestra un comportamiento de subidas y bajadas en su desarrollo.

Contemporáneamente, nos situamos en otro momento, en el cual se avizora que estamos a las puertas de una IA fuerte o general y tecnologías como los modelos de lenguaje amplio. Son el nuevo paradigma. Ante ello la IA se presenta también como la ciencia y la ingeniería para crear máquinas inteligentes, especialmente mediante programas informáticos inteligentes.

Para ir aclarando conceptos. Inteligencia Artificial tiene dos lados. Por un lado la inteligencia parece ser otra cosa que máquinas complejas. Es casi todo lo que podemos encontrar en nuestra cabeza o aquello a lo cual recurrimos cuando no sabemos qué hacer, es decir, es algo dinámico que se va actualizando en nuevas formas de pensar todo el tiempo. Es entonces algo más que algoritmos. Por otro lado, lo artificial es aquello que ha sido hecho por el ser humano y no por la naturaleza. ¿Cómo se pueden relacionar ambos conceptos? Según Papert (1999) la IA se convertirá en la metodología para pensar sobre nuestras formas de conocer; pero actualmente tal idea presenta una especie de efecto rebote, es decir, hemos construido tecnologías para estudiar el cerebro, y pensamos su funcionamiento como si la visualización que nos dan las máquinas las atribuimos como constituyentes del cerebro mismo. Así, si vemos en el escáner algún funcionamiento del cerebro suponemos que las imágenes que vemos (píxeles) podrían algoritmizarse, luego asumimos que dado que eso que hemos visto es posible, entonces el cerebro es un conjunto de algoritmos.

La IA puede verse, al final, como una herramienta, una tecnología o sistema de acciones del saber y del hacer. Pero el hacer incluye las operaciones que surgen desde el cuerpo para construir nuevas ideas y el saber; la distinción entre el saber qué y el saber cómo, incluyen una serie de técnicas, competencias y habilidades. En cambio, los sistemas de IA lo que requieren es una base de conocimientos. El trasfondo está en que la IA no tiene intelección del mundo o interacción con el mundo, sino que le estamos proporcionando una base de datos, le damos una entrada, la procesa y nos da una salida, pero sin relación semántica con el mundo.

Filosofía de la tecnología, filosofía espontánea, enfoque filosófico

Desde mi punto de vista, dado que la IA es una tecnología especializada, debe abordarse desde la Filosofía de la tecnología (FILTEC). Siguiendo a Mario Bunge la FILTEC es el estudio epistemológico, ontológico y ético de una tecnología X; en este caso sería la IA. La FILTEC es además un saber de segundo grado que analiza constructos que ya están dados en la sociedad, tales como lo que podríamos llamar: «la filosofía espontánea de los expertos en IA». Algunos de los tópicos de esta filosofía de «expertos» son la postura del diseñador ante la inteligencia, la división ontológica entre mente y cuerpo, la dispensación del sustrato, es decir, que una mente pueda transferirse de un ente a otro ente, el cerebro se interpreta como que es un ordenador y el ordenador es un cerebro.

Otro aspecto que considero que debe asumir una posición escéptica, pero atenta e informada, sobre estas grandes promesas de la IA se refiere a que tienen detrás un trasfondo muy fuerte de intereses económicos y políticos. Además, hay que reconocer algunos impedimentos actuales ya apuntados más arriba: Como el que un sistema de sentido común mínimo debe saber algo sobre causa y efecto, el tiempo, su propósito, la localización, los procesos y tipos de conocimiento para formalizar el razonamiento humano —que es informal y que responde constantemente ante las reacciones de un entorno que va cambiando dinámicamente—. Debemos preguntarnos si es posible reducir realmente el contexto de la acción humana en elementos discretos o si se podrá construir algoritmos que puedan discernir en el vacío, en los huecos en los cuales hay solamente un bloque de información. Algunos teóricos de la creatividad como De Bono planteaban el hecho de que una masiva información nunca va a reemplazar el verdadero pensamiento.

Inteligencia, abstracción, experticia

Cómo sé que sé es otra distinción con los sistemas de IA que mencionaba Chomsky en algunas críticas hacia las posibilidades del ChatGPT y la imposibilidad de hacer algo que los seres humanos hacen: que es explicar y buscar explicaciones para el mundo. Ya en los niños pequeños, por ejemplo, el desarrollo de su inteligencia es un constante avanzar y maravillarse que con cada experiencia se reafirma, se reformula y se agranda. Es una construcción del individuo su propia inteligencia. En el caso de los chatbots, el sujeto del conocimiento le da el simbolismo necesario para que nos responda en los mismos términos, y nosotros porque lo entendemos podemos interpretarlo con sentido. En cambio, para un elefante lo que responda un chatbot no significa absolutamente nada. Somos nosotros, el sujeto de sentido, quien le da la entrada y recibe la salida, en concreto, si le metemos basura al ChatGPT va a sacar basura y no tiene un procesamiento reflexivo como el de un niño de 3 o 4 años.

Posibilidad de la IA

Al principio fue la filosofía quien abordó el problema de si era posible o no una inteligencia artificial. La filosofia tiene la ventaja de ver el marco general de un problema, desde esa perspectiva algunos como Searl mencionan que la IA es una contradicción porque una inteligencia real no puede ser por principio programada. Dreyfus dice que la IA es intrínsecamente imposible por la informalidad natural del razonamiento humano. Otra perspectiva, la de Roger Penrose, quien desde la física cuántica plantea algunas imposibilidades sobre formalizar un algo físico sobre el cual no sabemos si es formalizable, esto es, la conciencia humana. Su contraparte es otro grupo de expertos que apuntan a que la IA más que ser posible o no es inminente, necesaria e inevitable. Otra postura es la de Bostrom junto con Kurzweil. Ellos hablan de la IA como una singularidad: El momento en el cual la tecnología de la IA superará a la inteligencia humana.

No considero que sea posible la emulación de la inteligencia humana por parte de la IA, por lo menos no en los próximos cien años. Estoy de acuerdo con que quizás teóricamente la IA sea un modelo consistente como lo son los viajes en el tiempo o la teoría de cuerdas, pero esa consistencia teórica no hace que la IA sea realmente posible.

Epistemología, ontología y ética

La IA presenta problemas que deben ser abordados desde la estructura misma del saber (epistemología), sobre qué tipo de realidad es la IA (ontología) y desde lo que debemos hacer frente a estas tecnologías (ética) .

Con la epistemología tendríamos que formular preguntas inteligentes, por ejemplo: ¿Cómo podemos diferenciar una pregunta inteligente de una que no lo es? La base de la respuesta a esta pregunta estaría siguiendo a Erick Larson: las formas de pensar propias de los seres humanos y que no son replicables según se avizora por los sistemas de IA, esto nos lleva a pensar que estamos frente al mito de la IA.

En ontología hay que ser muy críticos al preguntarnos sobre qué tipo de ente —en la escala del ser— son los programas de IA. Desde esta preguntas se avizora el tema de la continuidad o no de la materia, o si es que hay algunos saltos a un mundo diferente del que conocemos.

Desde la ética he planteado una postura de escepticismo informado pero activo sobre las IA. Esto tiene que ver con que a la luz del desarrollo de estas tecnologías la filósofía nos ayuda a brindar soluciones para acompañar el debate y discurso público y generar, a su vez, políticas públicas de uso, manejo y control de estas tecnologías.

Soy muy crítico con la postura de igualación o emulación de la inteligencia humana por una tecnología: la tal llamada IA, pero no estoy en contra de su desarrollo visto como sistema de acciones o herramienta al servicio del hombre. Si sabemos usar estas herramientas con un sentido criterioso; ya que están en el mundo y no van a desaparecer mañana, pueden ayudarnos a producir cosas interesantes.

¿Por qué existe la IA?

Hay muchas rutas en las cuales podemos usar estas tecnologías para servirnos a incrementar nuestro conocimiento en sentido positivo, ahora, ¿Por qué el ser humano se ha interesado por la IA? Muchos dan de hecho que tenía que venir; o, en el campo de la ciencia, porque ahí está la curiosidad sobre las propiedades emergentes y si con ellas puede advenir una conciencia nueva, y de ser así, la esperanza de si una IA nos explicase nuevas leyes científicas, tanto de la mente como del universo.

Otro punto de apoyo a las IA es el de cómo podría yo, como ser humano, llegar a un estadio tal de saber que todo lo que diga lo pueda decir en términos lógicos, irrefutables y verdaderos o, como mencionaba Schopenhauer, cómo tener siempre la razón.

Otro paralelo, también muy parecido al de las religiones con las promesas de Mesías y profetas, es que los nuevos reinos manejados por la IA serán óptimos porque en ellos todo va a ser mejor y para bien. Es, como yo le llamo, la búsqueda de las nuevas tablas de Moisés, los nuevos mandamientos, donde quizá una inteligencia superior nos dé los secretos del universo.

Esto adolece de una gran desproporción entre anhelos y realidad. Por un lado, está nuestro afán de darle un sentido humano a todo y, por otro, el problema de nuestra real capacidad para actualizar intelectualmente el mundo y el universo. Esta búsqueda de sentido y de nuestros límites intelectuales tiene que ver con la capacidad o no de su intelección, que en clave zubiriana, implicaría poner mi intelección en el mundo para actualizarlo y a través de ello corroborar si se me abre más conocimiento sobre el universo o no.

Cómo convivir y sopensar con los sistemas de IA en el mundo

Ahora que las IA están en el mundo: ¿cómo convivimos con estos sistemas? Más que cómo sopesar, diría cómo sopensar nuestras actividades vitales en un mundo donde se interconectan los humanos con estos sistemas y sus funcionalidades. Hay muchos fenómenos que se presentan como el que yo llamo la no conmutatividad de las relaciones entre la inteligencia humana más la IA, dónde la IA no va a llegar nunca a un mismo resultado que la inteligencia humana usando IA. Estas son perspectivas que nos ayudan a visualizar que no hay realmente una conciencia «detrás de» o «en» estos sistemas como la que tiene un ser humano.

Por otra parte, en el «cómo interactuamos» yo hago una demarcación lingüística que tiene que ver con la performatividad del lenguaje y la forma de darle instrucciones a, por ejemplo, un chatbot. Tal vez, sin saberlo o sin darle mucha importancia, puedo darle un significado de personalidad al sistema, pero en realidad no estoy hablando con un ser humano.

Hay que tener presente también las mejores prácticas sobre vigilancia tecnológica dentro de la gestión de la innovación, la divulgación científica, filosófica, cultural y psicológica, esto es, ya sea como naciones, gobiernos, culturas podemos a través de esa búsqueda de soluciones implementar prácticas concretas para no quedarnos rezagados porque no se puede gestionar aquello que no se conoce.

Conclusiones

Entonces, hay que sopensar dos ejes o perspectivas: a) la de los tecnoptimistas, transhumanistas y b) la de los más escépticos o aquellos que buscaríamos —aquí me incluyo yo— que estos tipos de tecnologías estén centradas al servicio del ser humano. En síntesis, creo que la filosofía a nivel general y la filosofía de la tecnología a nivel específico, como disciplinas, pueden ayudarnos y es importante que también orienten nuestra comprensión del desarrollo de estas tecnologías, sobre sus posibilidades e imposibilidades, a la raíz y razón de un pensamiento crítico actualizado, pero también activo y que se proponga creativamente soluciones a los problemas que nos van a plantear y que ya nos plantean, la existencia de estas tecnologías en nuestro mundo circundante.

Christhian Lizarazu
Diplomado en Fundamentos Epistemológicos, Filosóficos y Teoría del Conocimiento


Bibliografía

  • Asimov, I. (2013). Sobre el pensamiento.
  • Bunge, M. (2012). Filosofía de la tecnología y otros ensayos.
  • Graubard, R. S. (compil). (1999). El nuevo debate sobre la inteligencia artificial.
  • Hawkins, J. (2023). Mil cerebros: Una nueva teoría de la inteligencia.
  • McCarthy, J. (2006). La filosofía de la IA y la IA de la filosofía.
    ___ (1956). Papeles de la Conferencia de Dartmouth.
  • Minsky, M. (1986). La sociedad de la mente.
  • Schneider, S. (2021). Inteligencia Artificial.
  • Wolfram, S. (2023). ¿Qué está haciendo ChatGPT?.

 

Reflexiones en torno al problema de la muerte

Dr. César Lambert Ortíz

Publicación original: 15 de enero de 2022

Transcripción de la conferencia dada por la Dr. César Lambert en enero del 2022. Se ha adaptado el texto a la forma escrita y se han añadido algunas correcciones formales.
Enlace a video de la conferencia

He llamado a la ponencia «Reflexión en torno al tema de la muerte: Introducción» porque quisiera, en la medida que fuera posible, darle una continuidad a esta reflexión. Esta ponencia sería algo así como una de tres partes en las que he pensado exponer la reflexión sobre la muerte. Entonces, quisiera partir con el planteamiento del problema.

Planteamiento del problema

Esta presentación toma su punto de partida de la convicción que el fenómeno de la muerte es un problema para el ser humano. Ello quiere decir que es una dimensión de la existencia que les plantea interrogantes a cada persona en forma individual y también a las diversas culturas en cuanto tales, de distinta índole: religioso, jurídico, etcétera. Ya Hesiodo, en la iglesia arcaica, lo veía así, veía esta dimensión de la muerte. Cito el siguiente pasaje de Teogonía:

«[Tánato, hijo de la oscura Noche] tiene de hierro el corazón y un alma implacable de bronce alberga en su pecho. Retiene al hombre que coge antes, y es odioso incluso para los inmortales dioses.»1
— Hesíodo, Teogonía, vv. 764–766 —

La muerte es entonces implacable y odiosa, incluso piensa Hesíodo para los dioses. Por otra parte, hay que tomar en consideración que —al decir de Ortega y Gasset— la muerte es el hecho más elemental de la vida humana. ¿Cuál es ese hecho elemental? Que unos hombres mueran y otros nazcan (En torno a Galileo)2.

Entonces, en este contexto, sin duda, siempre surgen muchas preguntas en torno a la muerte, de distinta índole. Algunas, habitualmente de carácter práctico: ¿qué pasará con mis bienes?, ¿a quién los lego? Cuando la persona es mayor: ¿dónde seré enterrado?, ¿cómo seré enterrado? Hay preguntas que son de carácter religioso: ¿qué pasará con mi vida?, ¿habrá un juicio? Preguntas jurídicas: El estatuto de las personas fallecidas, etcétera. La muerte suscita y plantea un sinnúmero de preguntas y naturalmente que de lo que se trata aquí es de acotar cuál es el enfoque que nosotros queremos tomar en consideración porque no podemos, dada la amplitud del tópico, abordar todos los matices que tienen las preguntas sobre la muerte.

Entonces, sin duda, existe la pregunta por el más allá. Eso es un dato porque tras el término de la vida terrena, ¿cabe pensar la existencia postmortal? ¿Existe algo así como un más allá? Así en términos positivos lo han estimado muchas tradiciones desde tiempos antiguos. Estoy pensando, por ejemplo, en Platón. Asimismo, la muerte plantea a cada persona la pregunta por el cuándo.

En efecto, así lo consigna el tópico tradicional de: mors certa, hora incerta3. O sea, la muerte cierta y la hora incierta. A todos nos toca eso, el ser humano sabe que se va a morir alguna vez, que se tiene que morir mors certa, pero es indeterminado el momento preciso del acontecimiento o es indeterminado el principio, en los casos de algunas enfermedades hay cierta fecha o uno de alguna manera igual, a propósito de la espectativa de vida, sabe que se que se yo, las expectativas de vidas es entorno a los 80 años o un poco más, pero es determinado el momento en que ello acontece. Lo grave es que, de hecho, puede suceder en cualquier instante y, por lo mismo, la muerte es algo inminente. Si me cae un ladrillo en la cabeza o me da un accidente cardiovascular, me voy a morir. Aunque yo no sepa el «cuándo», sé que puede pasar, repito, en cualquier momento. Entonces, naturalmente, que plantea preguntas importantes a cada persona, a cada individuo.

Ahora, la dificultad que quisiera ser abordada en la presente exposición es, más bien, acotada, dentro de este marco muy general, con distintos enfoques. Queremos acotar la reflexión y quisiera centrarme en la vivencia de la muerte. Porque de muchas cosas se puede dar cuenta por medio de un relato de lo que alguien ha vivido, es decir, la experiencia o vivencia —uso las palabras ahora como sinónimos— de tal o cual suceso, cabe dar cuenta, poner en palabras, una enfermedad, una situación extrema como la guerra; se puede hablar o hacer un relato de experiencias como el aburrimiento, la agonía, el envejecimiento. Un conjunto de cosas. De ellas se puede hablar, relatar con palabras, pero de la muerte propia, en primera persona singular, cuando ella acontece, de esa experiencia no existe, en verdad, palabra alguna. En tal sentido, es una gran incógnita. Cuando alguien dice: «que se murió pero que pasó por un túnel...» Ese que volvió de la muerte en realidad no se murió porque si se hubiera muerto de verdad no nos podría decir nada. Entonces, es una incógnita saber en qué consiste el acontecer fallecimiento. No tenemos forma de tener testimonio directo de en qué consiste. Y, por lo mismo, y ahí está entonces el centro de la reflexión que yo quiero plantear, que insisto no agota el tema, pero quisiera circunscribir la reflexión a: ¿Cómo hablar con certeza acerca de la muerte —entendida como vivencia o experiencia— si quien la ha padecido no está en condiciones de dar testimonio de ella? Porque, repito, el que nos cuenta que se murió, que estaba en una operación, que vio el túnel, que volvió no tengo ninguna forma de verificar si está diciendo algo verdadero o es un charlatán. Y, por lo tanto, ¿cómo saber algo de ese fenómeno tan particular? Eso sería como el núcleo del problema que que yo quisiera abordar: ¿Cómo hablar con cierto grado de certeza de este fenómeno? Al menos, como vivencia.

Diversas perspectivas

Paso a un segundo un punto, hay diversas perspectivas para hablar de la muerte. En sentido estricto uno no debería hablar de la muerte sino que debería hablar de distinas formas o tipos de muerte. Primero, porque es un acontecimiento individual, le acontece a cada uno, pero incluso si uno establece clases o grupos de formas similares de morir hay distintas maneras de aproximarse a ello. Al punto que una solución extrema consiste en sostener que la muerte no nos atañe, no hay problema la muerte, no hay pregunta sobre la muerte. Es el planteamiento de Epicuro, filósofo griego de los siglos IV y III antes de Cristo. El autor Epicuro sostiene que ella, la muerte, no es nada para nosotros:

«Porque, cuando nosotros somos, la muerte no está presente, y cuando la muerte está presente, nosotros no somos más.»4
— Hesiodo. Carta a Meneceo, 125. —

Hasta ahí cita de la Carta a Meneceo. Entonces, quiere decir, visto así, es una pregunta innecesaria e irrelevante y ni siquiera debemos plantear la pregunta por la muerte. La muerte no nos atañe. Sería la solución extrema. Pero si se estima que la muerte sí nos atañe, que en el fondo es lo que yo quisiera plantear, entonces, han de resolverse al menos dos dificultades, creo yo principales. La primera es la definición de muerte y la segunda es una cierta determinación de esos posibles enfoques. No basta con decir: son muchos los enfoques posibles, sino que habría que, al menos, decir: cuántos son, de qué se trata cuando hablamos de enfoques o perspectivas al momento de hablar de la muerte.

Entonces, respecto del primer tema: la definición, ha tenido un inmenso impacto la definición platónica de la muerte. La famosa definición de separación —dice también Platón liberación— de cuerpo y alma (Fedón, 67 d; Gorgias, 524 b). Y allí están citados los textos, los pasajes, del Fedón y en Gorgias. Una definición que ha tenido un impacto, creo yo, hasta, incluso, los tiempos presentes. Tal determinación se enmarca en un claro dualismo que hoy es difícil de aceptar. Y esa es la dificultad de esta definición platónica: con un gran impacto pero que es difícil hoy día de defender, de aceptar, yo diría que es una definición que, en buena medida, hay que abandonar. Pero, insisto, ha tenido en la historia de pensamiento un fuerte impacto. Por eso, tomemos la formulación más actual que ofrece el teólogo Olegario González de Cardedal y lo cito:

«Lo que llamamos muerte del hombre es la cesación biológica de su forma conocida de existencia.»5
— Oligario González de Cardedal, Sobre la muerte 

Entonces, por una parte destaca esta condición corporea, la cesación biológica, y, por otra parte, como teólogo deja abierta la posibilidad, dice: «de su forma conocida de existencia», deja abierto: habrá formas desconocidas de existencia, eso no lo sabemos, pero, por ahora, es una cesación biológica de la forma de la existencia o de la existencia terrena. El hecho que una persona fallezca implica para ella —y de algún modo también para los demás—, esto hay que destacarlo, un cese, vale decir, el término de algo. Algo termina cuando una persona se muere. Termina para ella, este es el cese biológico, pero también de alguna forma termina para los demás. Si es una madre la que falleció: termina la relación, al menos de madre e hijos, si es un amigo, etcétera. Termina algo con la muerte.

En primer lugar, se trata de una cesación biológica, eso eso hay que destacarlo en la definición de González de Cardedal. El cuerpo deja de funcionar y se termina convirtiendo en cenizas. También cesan las relaciones interpersonales, la existencia jurídica, un muerto no puede establecer contratos y —qué sé yo, yo no sé mucho derecho— pero entiendo que efectivamente una persona fallecida ya no se puede casar, cosas así. En fin, termina el conjunto de elementos que constituyen la existencia humana concreta. Por su parte, para destacar el término biológico de existir cabe igualmente afirmar que de lo que tenemos experiencia no es de la muerte, sino de muertos, esto es, de la transformación de un individuo humano en cadáver6 —esas no son palabras mías sino de un especialista alemán: Thomas Macho—. La transformación de un individuo humano en cadaver eso es de lo que tenemos experiencia y no de la muerte como tal. Es un tema importante.

Ahora, entonces, eso nos sirve para circunscribir esta definición de muerte. Yo he destacado más arriba cual es al menos una definición que nos puede servir en forma operativa para las reflexiones tocante a la determinación de los enfoques. Ahora, yo ya he dicho que hay muchos enfoques, hay muchas miradas. ¿Cuáles son los posibles enfoques para acercarse a la experiencia de la muerte? Yo al menos voy a identificar primeramente cuatro:

  • El primer enfoque consiste en la muerte anónima de los demás, que acontece todos los días en, digo yo, en casi todos los lugares, como hospitales y carreteras.

    Cada uno de nosotros vivimos en ciudades, en un pueblo, sabe que hay un hospital y, que seguramente, en las ciudades más grandes, en los hospitales más grandes, todos los días muere gente; o si no hubiese un hospital, habría un cementerio y quien trabaja en un cementerio todos los dias ve entrar carrozas y allí ve sepelios. Ese fenómeno, digo anónimo, porque uno no conoce el nombre de la persona, no sabe en concreto de quién se trata, y eso acontece todos los días y, yo digo, en casi todos los lugares o en todos los lugares como los hospitales o en carreteras cuando se trata de algún accidente. Esto es un grupo de fenómenos que se puede clasificar como la muerte anónima de los demás.

  • El segundo grupo de fenómenos consiste en la muerte de una persona cercana, como un vecino o un familiar. En este caso, ella, la muerte, no es anónima sino que nos afecta en algún grado. Entonces, a diferencia del anterior, también está hablando de la muerte de otra persona pero ya no esa muerte que acontece todos los días sino a ese fenómeno particular que los cercanos; piense usted en las generaciones: los abuelos y después los padres, qué sé yo, las generaciones precedentes van falleciendo. Uno conoce a las personas y, entonces, se produce esta muerte, ahora cercana, con naturalmente con mayores y menores grados de afectación. No es lo mismo cuando fallece un vecino que cuando fallece el padre o la madre. Sin duda, pero, lo podemos considerar todos dentro de la muerte de una persona cercana.

  • El tercer grupo de fenómenos apunta a la futura muerte propia, digo, de cada uno, con la que contamos como una realidad que se aproxima, cada uno de nosotros sabe que se va a morir, sabe que esa muerte —cada día que uno vive— se acerca más. Eso corresponde a lo que Heidegger ha conceptualizado como el «estar vuelto hacia la muerte» (das Sein zum Tode) o de la traducción más tradicional en «el ser para la muerte». Esa condición en que el ser humano cada uno no sólo sabe, cuenta, con que con que se va a morir alguna vez.

  • Cuarto: El momento final. El momento final efectivamente, en algún momento, en algún instante, se produce este advenimiento de la muerte del fallecido en el momento del fallecimiento ese que queda consignado en la lápida. A ese fenómeno Heidegger lo denomina dejar de vivir (Ableben), también en Ser y tiempo, en el capítulo sobre la muerte.

Entonces, tenemos cuatro posibles miradas, donde dentro de cada una —naturalmente— hay una serie de subgrupos, etcétera.

Quisiera proponer otra diferenciación y es, que a su vez, cabe diferenciar entre «muerte natural» y «muerte no natural». Y a tal respecto el especialista, médico en cuidados paliativos, alemán de origen italiano, Gian Domenico Borasio consigna que en la clasificación internacional de diagnóstico de muerte no aparece porque la muerte natural, pues, según esta clasificación, si una persona muere, tiene que serlo como consecuencia de una enfermedad. Esa es la crítica que hace en el fondo Borasio a ese tipo de determinación. Para uno siempre se muere a causa de una enfermedad. En cambio, Borasio postula que la muerte es un proceso vital constante; lo que sabemos con certeza —explica—, insisto en que él es médico, es que el ser humano no fallece «de una sola vez», sino que los distintos órganos van limitando sus funciones con velocidades diferentes y en diferentes momentos, hasta el punto, hasta el momento, en que se producen con posterioridad el cese total7, es decir, en algún sentido el cuerpo, la vida, se prepara, se va preparando para la muerte y a ese proceso lo llama él «muerte natural». Y él dice que del punto de vista estadístico es lo que sucede la mayor parte las veces. Y frente a eso, que él llama «muerte natural», yo he querido hablar —ahora para usar un término muy neutral— de lo que no es así en la «muerte no natural». Y habría que ir precisar en qué podría consistir la «muerte no natural».

No estamos ante el mismo fenómeno cuando una persona joven —digamos veinte años— muere de un accidente automovilístico que cuando una persona de 90 años fallece como consecuencia de una falla cardiaca. No es el mismo fenómeno. La forma como lo evalúa, como lo mira, es distinta. Mencionó el tema de la accidente automovilístico porque hay estadísticas que muestran que tras 30 años la principal causa de muerte son los accidentes, los suicidios y no fenómenos que uno podría considerar naturales. Desde el punto de vista médico, en casos como el segundo, la persona mayor que muerde de una falla cardíaca —piensa Borasio— las intervenciones médicas no deberían tanto apuntar invasivamente a preservar la vida a toda costa, cuanto a aminorar los efectos dolorosos de un hecho inevitable, o sea, lo que se llama habitualmente los cuidados paliativos. Distinto es el caso —repito— de un joven de 20 años que tuvo un accidente, hay que hacer lo posible para que sobreviva porque sabemos que, aunque sea difícil la recuperación, si es joven podrá hacerlo.

Entonces, el esquema general —si sumamos esto segundo al esquema anterior de los cuatro momentos— de las perspectivas de la muerte puede ser el siguiente.

EsquemasEsquema 2Esquema 1  Muerte natural Muerte no natural1. Muerte anómina  2. Muerte de un cercano  3. Futura muerte propia  4. Momento del propio fallecimiento  

Propongo el anterior esquema: En la columna de la izquierda están los cuatro puntos que ustedes habían visto: muerte anónima, muerte de un cercano, futura muerte propia y el momento del propio fallecimiento. Y uno podría, a su vez, diferenciar en esos cuatro casos una muerte natural y la muerte no natural. Por lo tanto habría un escenario de ocho posibles grupos o clases de muerte.

Ejercicio evaluativo

Quisiera proponer un breve ejercicio evaluativo, visto este marco general recién propuesto y establecido que los eventuales ocho tipos de muerte no tienen igual peso en la existencia de cada persona. Quisieramos plantear que la muerte es mayor o menormente implacable, para usar las palabras de Hesiodo en cada uno cada una de las ocho situaciones. A modo de reflexiones que son sin duda provisorias, es posible estimar que el escenario más difícil corresponde al número dos: la muerte de un cercano, por ejemplo de un hijo. Pareciera ser mayormente complejo en ese caso de la muerte de un hijo, de la muerte no natural de un hijo, si por ejemplo lo matan en una guerra. Y al respecto cabe preguntar, pregunto yo, si una enfermedad como el cáncer en niños o jóvenes puede ser evaluada como un hecho natural o no. Hay que preguntarse si en este caso, siempre habrán casos limítrofes y uno tendría que preguntarse qué es eso que está ahí.

Asimismo, tiene sentido estimar que el tercero de los casos tiene una presencia constante en la existencia de cada uno, aunque no sea del todo explícito. O sea, la futura muerte propia no se trata de un hecho más o menos puntual, sino de una realidad estructural de la existencia humana. A su vez, el primero de los casos, la muerte anónima, especialmente en un contexto de muerte natural, vendría a ser como un transfondo —también permanente— del despliegue de la existencia. Entonces, estos dos casos, en el caso de la futura muerte propia, de esta presencia permanente, siempre cuenta, si me preguntan que nos juntemos dentro de 60 años más, yo no llego a 60 años más. Uno cuenta con esa presencia. Y lo mismo con el caso primero, esa muerte anónima, que sucede todo el tiempo, uno ve los diarios, ve los obituarios todos los días, se sorprendería ver lo contrario si abriera el diario y que no apareciera ni uno. Son algo así como una especie trasfondo en el cual se despliega la vida propia. Y, finalmente, tocante a la cuarta situación, el momento final de la muerte propia, no dejará —estimamos— de ser una gran incógnita. Si consiste en una experiencia, no sabemos nada de ella; quizá incluso no alcance a ser una vivencia. Pero, a propósito de la pregunta por el «más allá», podría ser un tránsito a otro modo de existencia. De ello nos ilustran fuentes como el arte o las religiones que se han abocado a ese tipo de reflexiones.

Proyecciones de la reflexión

Entonces, —voy a terminar con este párrafo: «Proyecciones»— yo decía al comienzo que esta reflexión quisiera entregarla en varios pasos. Y, lo primero, quisiera plantear primero como debiera continuar la reflexión. En pasos sucesivos, la reflexión en torno a la muerte se debe precisar de manera más detallada qué se ha de entender por vivencia. Yo he estado todo el tiempo hablando de vivencia o de experiencia y habría que precisar de qué estamos hablando. Pues la argumentación se estructura a partir de la idea que los seres humanos tenemos experiencia o vivencia de la muerte. Asimismo, un segundo eje, a propósito del momento puntual de la muerte, se ha de reflexionar acerca de los ritos que lo acompañan y que dan a entender algo del fenómeno mismo. O sea, de la muerte siempre, en todas las culturas y de distintas maneras, siempre ha estado ritualizada y puede que ese rito mismo algo nos diga de la muerte como tal. Y, finalmente, cabe plantear la pregunta por el «más allá» y su razonabilidad. O sea, cuán razonable es sostener o pensar que hay algo así como una vida post mortal. Respecto de lo cual yo he puesto las objeciones y señalado que si la hay no tenemos ningún testimonio directo y si alguien lo dice es porque en realidad no se murió.

Y, con ello, con esas proyecciones —creo yo— si uno logrará realizar lo que yo planteo aquí en las proyecciones, con ello se alcanzaría un esbozo íntegro en torno al problema de la muerte. Al menos íntegro —pienso— desde el punto de vista del enfoque que se centra en las vivencias.

Muchas gracias.

César Lambert O.
Doctor en filosofía

 


  1. Hesiodo, Teogonía, en Obras y framentos. Biblioteca Gredos. Madrid, 2006, p. 45. ↩︎

  2. Ver Ortega y Gasste, José, En torno a Galileo. Revista de Occidente, Madrid, 1959. p. 38. ↩︎

  3. Al respecto ver: González de Cardedal, Oligario, Sobre la muerte, Ediciones Sígueme, Salamanca, 2012, p. 9; también Julián Marías, Antropología metafísica, Alianza Editorial, Madrid, 2000, p. 76--77;211. ↩︎

  4. Epicuro, Carta a Meneceo, Ediciones Tácitas/ Centro de Estudios Griegos. Universidad de Chile, Santiago, 2021, p. 15. ↩︎

  5. González de Cardedal, Oligario, op. cit. p. 49. ↩︎

  6. Ver: Macho, Thomas, «Wir erfahren Tote, keinen Tod», en: Beck, Rainer (ed.), Der Tod. Ein Lesebuch von den letzten Dingen, Verlag C.H. Beck, München, 1995, p. 293. ↩︎

  7. Ver Borasio, Gian Domenico, Über das Sterben. Was wir wißen. Was wir tun können. Wie wir uns darauf einstellen, drv. München, 2015, p. 18; sobre la clasificación internacional, p. 26. ↩︎